Templanza
“Lo absurdo no son las cosas, lo absurdo es que las cosas estén ahí y las sintamos como absurdas.” -Rayuela, Julio Cortázar
Sentirse vulnerable desde un lado diferente. Permitirnos sentir en todo el sentido de la palabra. Los muros que construimos alrededor nuestro, las paredes que alzamos para contener el dolor que sentimos prometen protegernos contra cualquier amenaza, cuidarnos de la mirada examinadora de los demás, pero terminan arrebatándonos la libertad de ser sin tener en cuenta la mirada ajena.
A la vulnerabilidad no se la agrede, no se la juzga ni se la manipula. Se la contiene, se la acepta, se escucha lo que trata de decirnos para después dejarla desbordar si es necesario. Solo digo…permitámonos desbordarnos sin tener que dar explicaciones. Desbordarnos de vulnerabilidad. A veces es necesario sentir así, para prepararse para sanar. Porque siempre se sana, el tema es encontrar la forma que más nos guste.
Ser vulnerables, abrazar nuestros puntos flacos y resaltar nuestras habilidades para, de ese modo, hacer de nuestras debilidades y fortalezas una identidad única. Inventarnos y reinventarnos todas las veces que creamos necesarias. Estamos acá para vivir de realidades, no de ilusiones; para jugar nuestro juego, no el de alguien más; para verdaderamente sentir la lluvia calándonos los talones y bailar, bailar y bailar en cualquier temporal, en cualquier circunstancia, y no para refugiarnos en nuestra casa cuando llueve. Somos como sentimos, sentimos como somos.
El poder de luchar en el campo de batalla lo llevamos en la sangre, y lo descubrimos tanto en la lluvia que pega en el techo a la madrugada como en el aparentemente lejano y misterioso sonido de aquellos trenes que recorren las rutas eternas de nuestro ser. Quiero decir, la lucha nace desde adentro. La absoluta quietud nunca salvó a nadie, pero la moderación hizo fuertes y poderosos a muchos. Apegándonos a lo que nos hace bien rescataremos mágicos retazos de nosotros que creíamos perdidos. Con esos pedacitos de nosotros reconstruiremos lo que habíamos pensado irrecuperable, pero que en algún definitorio momento tuvimos el valor de creer posible. Porque solo es imposible si lo crees. Veremos que lo absurdo en la realidad no es más que un cruel vestigio de desmedida humanidad que destartala nuestro diario accionar y nos desorienta en un mar de obsoletos sinsentidos, pero también es una llave que abre puertas a otras realidades; considerar lo absurdo como pistas en la arena, como repentinos destellos de un mundo de luz que se quiere revelar ante nosotros. Como dijo Paulo Coelho, todo es una sola cosa. Y yo digo que aceptando lo absurdo alcanzaremos la anhelada TEMPLANZA.
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