Perfumes de octubre
"Pobre amor el que de pensamiento se alimenta". -Rayuela, Julio Cortázar
El viernes pasado te escribí en la mesa, un mensaje para vos. Te escribí en el aire con pinceles de colores y con brillos en la sombra, en el espacio impenetrable entre vos y yo. Escribí allí para llamar tu atención, porque sabía que ese era nuestro medio de comunicación preferido, después de las miradas, claro.
Para las nueve ya percibía lo que estaba pasando. Entre perfumes nostálgicos, afuera, en el patio dorado donde robustas palomas revoloteaban hasta pararse en el alambrado, los días estaban bailando un tango lejano; solo ellos escuchaban de la música una precisa impronta, que ahora era murmullo. Entonces, fuimos sus víctimas; los días secuestraron mi orgullo, arrasaron con tu alegría; se vengaron por nuestro absurdo entrometimiento. Nos hicieron caer en su música, nos hicieron creer que nosotros éramos música. Y aunque nos amáramos, para nosotros las canciones llegaban como un murmullo, por eso nunca bailamos el tango. Porque cuando lo escuchamos, no quisimos bailar; porque cuando quisimos bailar, ya no lo escuchamos.
Ilusorios nuestros enredos ineptos, nuestros confusos idas y vueltas y hasta esas miradas lacerantes que nos lanzábamos de vez en cuando. ¿Para qué? Si ya estábamos descubriendo que las melodías le pertenecían solo a ellos, que nosotros estábamos de paso ahí en...donde sea que estuviéramos. Los dos tuvimos la torpeza de inmiscuirnos en la fiesta, de pensar que éramos las estrellas de la noche, el rocío de la mañana, la sombra del mediodía.
Ese mismo día, justamente porque cuesta rememorar tal fracaso, hemos decidido dar el asunto por terminado, eludir cualquier tipo de formalidades o excusas y parsimoniosamente continuar con nuestras vidas sin hacer mención del asunto. Sin ir más allá, me encantaría admitir que la templanza de mis sentimientos ahora me otorga tal alivio que, al mismo tiempo, representa para mí un consuelo entender que, en esta ocasión, donde hubo fuego nada quedó; seguro fue una fogatita cuyas cenizas se volaron con el viento, o alguna hornalla eléctrica de esas que calientan pero no dejan rastros. No quedan vestigios, de nuestro amor no queda nada.
-V🌼
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