Misterios del ser...
“Porque esta es la verdad de nuestra alma, pensó, de nuestro ser, que habita los mares profundos como un pez y va nadando entre oscuridades, colándose entre las matas de gigantescas hierbas, por espacios pintados por el sol, entrando más y más en las tinieblas, la frialdad, la profundidad, lo inaccesible; de repente salta a la superficie y se muestra nadando en las olas erizadas por el viento; es decir, tiene una urgente necesidad de rozarse, rascarse, animarse con charlas sin sentido”. –La señora Dalloway, Virginia Woolf
Incesantes, desfallecemos en la espera de aquel príncipe azul que creemos vendrá a rescatarnos. ¿Rescatarnos de qué? ¿No es esta vida lo bastante corta ya para perder aún más tiempo esperando a alguien que quizá nunca llegue?
Es el absurdo ideal preestablecido que nos hace constantemente tropezar con los mismos prejuicios de siempre y nos sumerge en un mundo en el que si no somos como todos los demás, si no hacemos lo que todos los demás hacen, si no seguimos al grupo, entonces no merecemos ser aceptados. Esta idea mía tiene dos vertientes; la primera es que lo que pienso nadie me lo comentó literalmente, sino que es más un concepto tácito, enseñado y aprendido por mí misma, asumido por mi persona en pos de evitar caer en irrealidades más crudas y profundas, y que (vale aclarar) tiene como base la indiferencia y las huecas opiniones que mucha gente defiende.
En segundo lugar está la errónea estructura de pensamiento que durante tanto tiempo mantuve, según la cual la rara soy yo, por no querer adherirme a las inconciencias del grupo ni dejarme llevar por una corriente de ideas y costumbres que NO me representa. No representa mi esencia, ni mis intenciones, y disiente con mis metas y con cada uno de mis propósitos. La cuestión se ve turbada en el momento en que verdaderamente acepto ser la rara, la distinta. Así, lo que eran convicciones del afuera, se convierten en creencias propias, y pierdo mi voz a causa de prejuicios ajenos, que son ahora prejuicios propios. Me doy cuenta de que cuando me encasillo, pierdo mi rumbo, olvido quien soy y me castigo injustamente.
¿Pero quién soy verdaderamente? Creo que puedo definirlo gracias al haber descubierto todo aquello que no soy. Soy ahí donde más plena me siento, con quienes más feliz me hacen y cuando no existe techo para mis ambiciones.
Por eso hoy, me lo digo a mi misma, pero también te lo digo a vos: no pretendas encubrir tu esencia al querer proteger una identidad que no te pertenece. El mundo necesita gente más auténtica! Abocate a lo que te haga sentir pleno y feliz. Al final de cuentas, nuestro tiempo es reducido. Te pregunto, ¿qué es lo que vos genuinamente querés?
-V🌼
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