Límites
“De estas calles que ahondan el poniente,
una habrá (no se cuál) que he recorrido
ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido
El límite más cruel es el impuesto por la secreta devoción a la opinión ajena y por la ciega confianza en las imaginaciones propias.
Construyendo el camino, con algo de ayuda, creo encontrar la respuesta. No hay mejor representación que la trama de Orgullo y Prejuicio para describir lo que me estuvo pasando y lo que, en algún punto, todavía me pasa. Todo este tiempo, me percibía correcta y ajustada a las circunstancias, y por ende no entendía la razón por la cual en el exterior las cosas no sucedían como yo quería. Salían mal y me frustraba que el mundo ,según yo ,estuviera patas para arriba. Algo tenía que estar pasando por alto, no podía ser que me sintiera tan vacía mientras cumplía con todos mis deberes a la perfección (algo de soberbia, sí, lo admito, y otro poco de persona estructurada).
Fue entonces cuando unas manos salvadoras enderezaron los erróneos conceptos que tenía yo sobre la gente, y la vida en general. Como primer punto, sentir profundamente no es malo, pero puede llegar a someternos a tal punto que terminemos irracionalmente expuestos, a la intemperie en un espacio de dudas, ruido molesto y confusión. Como segundo punto, es magnífico ver el mundo con ojos parsimoniosos, pero eso no implica negarnos a reconocer la verdad delante nuestro. Intentar dejar de lado la tristeza no sirve, es mejor aceptarla y atravesarla.
Por último, la llave a la libertad se consigue cuando dejamos de lado el orgullo y cuando nos desligamos de los prejuicios que atrasan. Así, no solo nos permitiremos ser libres, sino que los límites forjAdos por temporadas darán lugar a una nueva espontaneidad, que nos permitirá CRECER.
Ayer leí un texto que una amiga mía escribió. En una parte, ella expresa: “voy a construir sobre todo lo destruido”. Y eso, exactamente eso, concluye con mis mezcladas ideas de jueves a la madrugada.
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