Tardes dulces
"Sopesad, pues, nuestro dolor con nuestro consuelo". -La tempestad, William Shakespeare
En aquel patio comprob贸 que el cielo se reflejaba en su pecho. El tiempo ten铆a tanta influencia sobre su 谩nimo que, pasada la tormenta, un dulce regocijo lo inst贸 a levantarse y seguir. Hall谩ndose en ese lugar, solo le bastaba respirar hondo para poder acceder a la eternidad. Saboreaba esa tarde dulce como quien toma un chocolate caliente o como quien come unos churros con dulce de leche. Rememoraba otras tardes exquisitas como esta; pero en lugar de a帽orarlas, las agradec铆a mientras se preguntaba qu茅 palabras pod铆an describir tan delicioso paisaje: unas nubes rosadas como pintadas en el cielo suced铆an a los chubascos; el aire h煤medo y reconfortante acariciaba su rostro y algunos p谩jaros se posaban sobre ramas peladas tras el crudo invierno...cantaron una misma melod铆a y luego volaron; entonces su vuelo resignific贸 el concepto de libertad. Su coraz贸n vol贸 con ellos y la voz de la naturaleza le inspir贸 vigor. Sinti贸 que era hora de llevar su atenci贸n a postales reales, y olvidar las imaginarias.
Aquella tarde lluviosa le dejaba algunas certezas. S铆, es posible disfrutar de momentos de eternidad en este mundo; estando en un sitio adorado, respirando y sintiendo que el tiempo se detiene...que el ayer, el hoy y el ma帽ana confluyen en un presente infinito. Reflexionando sobre los intentos infructuosos de asir esas sensaciones...agradeci贸 que ten铆a la chance de permitir que el cielo se siguiera reflejando en su pecho. No era poca cosa.
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