Reflexiones azuladas
Hay veces en las que me gustaría irme a vivir a la Luna. Estar sola por un rato, para reflexionar lejos del ruido. Nuestros afectos son los que nos sostienen, nos aman y acompañan, pero cuando te sorprenden para mal te hacen sentir tan incomprendido. Surge una tristeza tan profunda que no sabés cómo sentirla. Como remanente, el reproche de haber provocado una discusión, generado una situación indeseable y, lo que es peor, no haber podido evadir la incomodidad y convertirla en otro sentimiento. Lo dejás salir, y hablás. De más, quizás. No contribuye, pero no encontrás otra manera mejor; porque necesitás decir, querés mejorar. Y pensando solo desde tu perspectiva, no considerás qué sentirán y cómo ven el mundo desde su lugar. Creés que por conocer mucho a esas personas podés hablarles y entenderán; pero a veces hacen falta varias conversaciones y especialmente, varios actos de amor para comprenderse. Querés que te escuchen y entiendan pero, ¿vos los escuchás y entendés?
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